Esta es última de 3 reflexiones de mi viaje a Honduras: Una inspiración a la encarnación de evangelio a partir del testimonio de la Iglesia Cristina Ágape y de la mesa de Iglesia y Movimientos Cristianos de Base que ella coordinó en el Foro Mesoamericano. Ágape fue nuestra anfitriona en Honduras, y ya somos con ella compañeros en la misión.
Dichosos los pobres, los afligidos, los desposeídos, los hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos, los puros, los que procuran la paz, los perseguidos, porque ellos y ellas serán consolados, heredarán la tierra, se saciarán, recibirán misericordia, verán a Dios, serán llamados hijos e hijas de Dios; a ellos y ellas pertenece el proyecto de Dios.
Mateo 5:1-12
La mesa Iglesia y Movimientos Cristianos de Base rescató la historia martirial de la iglesia hondureña y la conectó al testimonio mariológico en las escrituras y la historia del cristianismo.
La historia martirial hondureña de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y asesinatos de personas que trabajaban en beneficio de los sectores más desfavorecidos es la historia de campesinos contra desigual tenencia de la tierra; de mujeres por la igualdad de derechos y la plena ciudadanía sin asimetrías de poder entre los géneros y sin violencia contra sus cuerpos; de comunidades indígenas y negras que defienden su identidad y su territorio contra hidroeléctricas, minerías, explotación forestal y otras actividades extractivas; de obreros y obreras por la refundación de la estructura legal y social que define la distribución del ingreso y de la pobreza. La Iglesia Cristiana Ágape oyó a Dios que hablaba en la zarza ardiente del dolor hondureño de estos y otros grupos, y respondió yendo y estando como su compañera.
En el Foro Mesoamericano algunos participantes duramente censuraban a la iglesia por aliarse a los sectores poderosos del país, por flotar en una espiritualidad alejada del dolor del mundo o por agredir con fundamentalismos irreflexivos a las víctimas del inhumano orden social. No obstante, siempre que se oía esa voz crítica, alguien se levantaba y decía, nadie puede negar eso, sin embargo, no todas las iglesias son así, Ágape está con el pueblo.
En la mesa Iglesia y Movimientos, discutíamos propuestas que acercasen a las iglesias con el pueblo, y nos satisfacía escuchar el testimonio del compromiso de Ágape. Decíamos que la iglesia derribe sus paredes y vaya allá donde está el dolor. La gente decía, Ágape va con las víctimas a recoger los cadáveres de sus seres queridos; visita a los moribundos en los hospitales; rescata a los capturados y torturados de cárceles clandestinas y levanta una voz de protesta en las calles y en los programas de radio y televisión. Indicábamos que la iglesia encuentre a los grupos lastimados, rescate con ellos su memoria y los ayude a que se autodescubran como actores sociales. Oímos de las gentes, Ágape salió a encontrar a los huérfanos de los asesinados durante el golpe de estado político-empresarial-religioso-imperial, y les hizo entender que sus manos debían tocar; sus pies, andar; su corazón, amar y su palabra, liberar, denunciar y comprometer. Ágape se ha ganado el respeto de los que sueñan una nueva sociedad. Decían, unos hablan y sueñan, pero sus pies y mentes caminan por rumbos separados; a otros ni se les ocurre encontrar a Dios en los y las atropellados; todavía, otros, cual falsos profetas, comprados con dólares, bendicen a los que lastiman al pueblo; no así la Iglesia Cristiana Ágape.
Quise entender de dónde y cómo Ágape llegó a ser así, y le pregunté al Pastor David Del Cid. Me contó: la trasformación de Ágape fue a raíz del golpe de estado de 2009. Vimos al ejército masacrando, desapareciendo gentes y violentando los más básicos derechos humanos de los y las que protestaban, y entendimos dónde y con quien estábamos llamados a estar.
Ruego, oigan y entiendan
que los migrantes nos encaran.
En ellos y ellas
Dios nos habla.
Que nuestros oídos, oigan
nuestros ojos, vean,
y respondamos.
Ante nosotros,
la verdad o la mentira
la justicia o la indecencia
el amor o el odio,
elijamos
o atengámonos al juicio eterno.
El Pastor David del Cid me regaló el libro Sólo Díganme Lupe del Padre Guadalupe Carney, un mártir norteamericano que se hizo hondureño, y me dijo léetelo. Leyéndomelo, sentí la misma frustración que indicaba Lupe. Decía él, las gentes de mi país no pueden ver lo que origina el quebranto humano. Sintiendo igual que Lupe yo digo, si mi gente entendiera que el fracasado modelo de nación hondureña lo impusimos nosotros. Si viésemos y oyésemos a los desplazados centroamericanos que están queriendo entrar a los Estados Unidos, oiríamos el grito que condena la perversidad de las fuerzas de seguridad que asesinan y aplastan la voluntad del pueblo; escucharíamos el lamento que evidencia el fracaso de un sistema que no aguanta más. Si los oyésemos, sabríamos que el gobierno de Estados Unidos es cómplice de este dolor; y sentiríamos indignación con el anuncio de militarizar la frontera para impedir que entren forasteros de quienes ocupamos su tierra. Me frustra que muchas de mis gentes oigan con más atención a medios de comunicación que tildan a los migrantes de criminales, en vez, de oírlos ellos y ellas, y oír adentro de nosotros mismos al Dios que obliga a dar la mano al forastero.
El éxodo hondureño obliga a que:
Los y las migrantes hondureños, igual que todos los mesoamericanos, exigen un nuevo pacto de nación que acabe con el modelo de desarrollo extractivo y la lógica belicista que viola los derechos humanos y aplasta la voluntad de los pueblos.
El éxodo hondureño nos recuerda que el evangelio es obligación moral:
El Juicio a las Naciones
Llegará el momento en que Dios llamará a cuenta a todas las naciones; y pondrá las ovejas a Su derecha y los cabritos a la izquierda…
“Entonces dirá a los de Su izquierda: ‘Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. ‘Porque tuve hambre, y ustedes no Me dieron de comer; tuve sed, y no Me dieron de beber; fui extranjero, y no Me recibieron; estaba desnudo, y no Me vistieron; enfermo, y en la cárcel, y no Me visitaron.’ Entonces ellos responderán: ‘Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento o sediento, o como extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no Te servimos?’ El entonces les responderá: ‘En verdad les digo que en cuanto ustedes no lo hicieron a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a Mí lo hicieron.’ Estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.”
Mateo 25:31-46 Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy
Gracias por acompañarme en las 3 reflexiones de mi visita a Honduras.
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